Mi pequeño colibrí

Cada día viene a mi terraza y sobrevuela mis lavandas agitando sus pequeñas alas. Es tan pequeñito y bate sus alas con tanta energía que no sé cómo no se cansa y se aleja. Sin embargo mi colibrí es tan noble y cariñoso, tan leal, tan atento a mis miradas y agradecido a la sonrisa que dibuja en mi boca por la alegría que me causa su visita, que solo se ausenta por unos minutos y luego vuelve y vuelve una y otra vez sin sentir temor alguno a mi presencia. Compartimos el amor por las lavandas pero mientras él se alimenta de su néctar, a mí me basta con su fragancia que llena mi cuarto al abrir mi ventana cada mañana.

Dicen que los colibríes son portadores de noticias buenas de un alma que nos falta y yo lo creo, porque este pequeño pajarillo llena mi alma de esperanzas. Es tan puro, tan verdadero, tan lleno de bonitas intenciones que no puedo menos de amarlo y de enternecerme con sus diminutas alitas agitadas. Creo que mi colibrí de verdad me quiere, que en él todo es cierto, que no sabe de engaños ni de olvidos. Creo que él y yo nos entendemos sin palabras, porque no nos son necesarias, me basta su actitud leal de cada día para saber cómo me ama, cómo me entiende y me acompaña. Quizás él sea tan feliz como yo cuando lo miro, quizás a él si le basta la sencillez de mi mirada y mi sonrisa triste de melancolía diaria.

Quizás él me trae la alegría que me falta cuando a veces me invade la nostalgia y me decepciono porque veo que en el mundo predomina la falta de armonía, de entendimiento y compromiso o tal vez cuando me doy cuenta que los muros que pensamos construidos de cimientos firmes, se derrumban a merced del viento y lo que creímos una verdad eterna, tan solo fue un dicho jugando a mentir sin importar herir los sentimientos. Mi pequeño colibrí se conforma con tan poco y para mí es todo un mundo.

Me pregunto dónde vive y si alguna vez sus alitas descansan cuando sus patitas se posan.

Si alguno de ustedes sabe si mi colibrí tiene nido, si alguno ha visto donde mora por las noches, por favor avíseme para seguirlo y refugiarme entre sus alas hasta conciliar el sueño que se ha ido, porque en su infinita pequeñez, todo su ser me sabe a grandeza, a dulce tibieza, a amor sincero, a paz serena, a verdad y a belleza….

María Elena Astorquiza V

No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.